Hace un tiempo, más de 15 años para ser exactos, conseguía clientes de una forma diferente a la que uso hoy en día.

Mi primera aventura como emprendedor empezó a los 15 años junto con Sergio, un amigo de mi adolescencia.

Juntos, alquilamos a otros chavales unos equipos de sonido para su fiesta de navidad, estos clientes llegaron porque eran gente con la que nos juntábamos.

Así que al principio mi principal fuente de clientes era mi red personal de relaciones.

También confiaba en amigos, familiares y conocidos para referirme a otras personas que podrían necesitar mis servicios.

Unos 10 años más tarde, abrí mi primer negocio a pie de calle, era un negocio donde ofrecía servicios de diseño gráfico, impresión y rotulación.

Al estar en la calle y abierto al público conseguía que la gente se acercara a mí para hacer preguntas y explorar lo que tenía para ofrecer.

También tenía una página web para este negocio, que de vez en cuando atraía a nuevos clientes.

Unos cuantos años más tarde empecé a estar activo en las redes sociales, aunque en ese momento, no les daba la importancia que merecían.

Y, por supuesto, no puedo olvidar las referencias. Mis amigos y clientes satisfechos ocasionalmente mencionaban mi negocio a otras personas, lo que resultaba en algunos nuevos clientes.

Por último, pero no menos importante, me sumergía en la tarea de ser un comercial en la calle, visitando negocios y tratando de persuadir a posibles clientes.

Sin embargo, con el tiempo, me di cuenta de que este enfoque tradicional tenía sus pegas, sobre todo lo de hacer de comercial.

Pasaba largas horas en la calle, a veces enfrentando puertas cerradas y dueños de negocios no tan amigables.

Conseguir clientes de esta manera no era consistente ni predecible, y a menudo dependía de la suerte del día.

Pero entonces, ocurrió un cambio que transformó mi enfoque por completo.

Un día, mientras calculaba lo que me costaba conseguir clientes de forma presencial en comparación con las redes sociales, me di cuenta de que la última opción era más económica y, potencialmente, más efectiva.

Fue entonces cuando consideré seriamente la posibilidad de utilizar las redes sociales como un canal para la venta.

Mi viaje en las redes sociales comenzó en plataformas como Tuenti y más tarde en Facebook.

Sin embargo, no fue un camino sin obstáculos. Al principio, me encontré con dificultades para adaptarme a este nuevo medio y para entender cómo atraer y convertir a los clientes en línea. Fue un terreno desconocido en ese momento.

Lo primero que hice fue publicar ofertas y trabajos realizados en mi negocio. La típica foto del producto y su descripción o una foto mía o de mi equipo realizando un trabajo.

Pero esto no tenía tanta repercusión como esperaba, no le llamaba la atención lo suficiente a la gente, quién le daba a me gusta si es que le daban era la gente que me conocía y que sabía de que iba el tema, pero no la gente nueva, además que tardaba mucho tiempo en que apareciesen clientes de esta forma.

Más adelante, me puse a mandarle mensajes directos a personas que veía como posibles clientes, esta forma me daba más resultado, pero requería un gran esfuerzo y no terminaba de darme el resultado que buscaba.

Buscando mejorar mi impacto en las redes sociales, comencé a comprender que debía crear contenido que resolviera los problemas de mis clientes ideales en lugar de simplemente mostrar lo que hacía.

Para este cambio invertí en la ayuda de personas que ya habían conseguido lo que yo quería, que me enseñaron la forma de hacerlo, ellos fueron mis mentores.

A lo largo del tiempo, desarrollé un sistema de ventas de tres pasos: atracción, cualificación y venta, que me ayudó a convertir a los seguidores en clientes satisfechos.

Este cambio en mi enfoque me permitió no solo atraer a clientes de manera constante y predecible, sino también a clientes más cualificados.

Ahora, mi negocio es altamente rentable, y todo esto ha tenido un impacto significativo en mi vida personal y profesional.

Antes, pasaba horas en la calle tratando de encontrar clientes, sacrificando mi tiempo personal. Ahora, trabajo desde casa y tengo la libertad de elegir dónde y cuándo trabajo. Mi negocio es totalmente portátil, lo que me permite disfrutar de la vida mientras sigo atrayendo clientes de calidad.

Esta transformación me ha enseñado valiosas lecciones. Una de las más importantes es la necesidad de un enfoque claro y constante en mi estrategia de marketing digital. Además, he aprendido la importancia de crear contenido que resuene con mi cliente ideal y hablar su mismo idioma.

Mi consejo si quieres lograr vender por redes sociales tus productos de cosmética o cuidado personal y que puedas vivir de esta forma, es centrarse en el aprendizaje y la formación.

Aprovecha la experiencia de aquellos que ya han recorrido el camino y enfócate en ser activo en lugar de esperar a ver qué sucede.

En resumen, mi viaje desde un sistema de ventas tradicional hasta uno basado en redes sociales ha sido una montaña rusa de aprendizaje y transformación.

Pero el resultado ha sido más que gratificante: más clientes, más tiempo libre y una vida más equilibrada.

Y este sistema que me costó tanto diseñar, decidí compartirlo con otras personas que vendían cosmética o cuidado personal y descubrí que esto que me funcionó a mi a ellas también les dio resultado, consiguiendo tener las redes sociales a su servicio y dándoles más tiempo para su vida personal que se lo dedicaban a lo que querían, su familia, hijos, pareja o hacer actividades como deporte o estar más tiempo con las amistades.

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